Desde la antigüedad, los artistas han enfrentado el reto de tener que aprender a venderse y vender su obra a mecenas, posibles patrocinadores, intermediarios y públicos finales. La elaboración y presentación de un discurso de venta ha sido un reto eterno y casi un arte, en el que de forma concisa y rápida los receptores tienen que ser capaces de percibirnos a nosotros y nuestra propuesta como única, entender que beneficios pueden obtener con nosotros y también conocer que somos capaces de hacer.
Un ejemplo interesante y curioso es el de la propuesta de venta que acerca de su persona hiciera Leonardo de Vinci a Federico Sforza Duque de Milán en 1482 con el propósito de ofrecer sus servicios y buscando su apoyo. En dicho ¨pitch¨, luego de la introducción, Leonardo dijo al Duque.
— Puedo hacer puentes.
— Demoler castillos.
— Hacer el cañon más ligero que exista.
— Construir túneles subterráneos.
— Llevar agua de un lugar a otro.
— Construir edificios públicos y privados.
— Esculpir en bronce, mármol y arcilla.
— Pintar y
— Asumir la construcción del caballo de bronce en honor a su padre.
Como si todo esto fuera poco, dijo Leonardo para concluir:
Si algo de esto le resulta inimaginable, indemostrable o irrealizable puedo hacerle una demostración en su castillo o donde Ud. decida.
Dicen los historiadores que nunca le contestaron pero que lo contrataron por los próximos 16 años.
Después de conocer esta curiosidad histórica, podemos concluir que hasta hoy el reto sigue siendo el mismo.