El trabajo de un buen promotor de arte va a ser decisivo para tender puentes entre el trabajo de los artistas y sus públicos, y de su capacidad, habilidad, pasión y entusiasmo sostenido dependerá en mucho el éxito de cualquier proyecto.
Además de ser un especialista dotado de recursos técnico profesionales y sólida formación humanista y ética, el promotor de arte deberá ser un apasionado de su trabajo, lo que demandará de él una suerte de estado de gracia permanente, que le hará trascender el espacio de una jornada de ocho horas. Un buen promotor de arte no descansa, pues debe ser un comunicador infatigable a tiempo completo. Su misión trasciende los límites de un contenido de trabajo para convertirse en una razón de vida.
Los que decidan trabajar como promotores en esta esfera deberán poseer, además de las herramientas instrumentales propias de su quehacer, una gran sensibilidad para emocionarse y asombrarse con el trabajo artístico, una gran dosis de creatividad, una gran pasión por su trabajo, un gran sentido de responsabilidad pública, un gran conocimiento de su entorno e historia, y dotes personales que les permitan convocar y comunicarse de manera efectiva tanto con los artistas como con su entorno. Sólo así podremos decir que estamos en presencia de un verdadero promotor de arte.
“El trabajo de un buen promotor de arte va a ser decisivo para tender puentes entre el trabajo de los artistas y sus públicos”